jueves, 8 de octubre de 2009

Un nuevo mal

Riesgo de vida.

La comida o la ausencia de comida asociada al exceso de alcohol funcionan como un elemento mágico y peligroso. Brindan a quien padece esta dependencia la sensación de que puede controlar su peso, su estado de ánimo y su euforia. Pero la creencia de tener el control dura poco. Para la salud del organismo, estas combinaciones son literalmente cócteles explosivos. Si una mujer vomitó antes de ir a una fiesta, su cuerpo ya se encuentra deshidratado en el momento de consumir alcohol. La pérdida de potasio, sales y la falta de oxigenación en sangre son causas de riesgo cardíaco.


Cómo ayudar.
Ante la sospecha de que una amiga, compañera de trabajo, hija o hermana puede padecer drunkorexia, lo primero que se debe hacer es observar las señales. Aunque son enfermedades silenciosas, hay algunas alertas identificables por el entorno:

• No comparte las comidas.

• Padece deterioro físico y/o hinchazón de la cara (como consecuencia del vómito recurrente).

• Pierde mucho peso en poco tiempo (entre 3 y 6 meses).

• Está obsesionada por el peso y las calorías de los alimentos.

• En el caso del alcohol, la repetición de la conducta y la dependencia son síntomas de alerta. Es decir, si una persona necesita del alcohol para relajarse o divertirse, sin lograr salir de ese estereotipo, entonces hay un problema.

• Van seguido al baño, especialmente después de comer.

• Se dan largas duchas después de comer.

En esos casos, los especialistas acuerdan que lo mejor es acompañar a la persona, darle la sensación de que no está sola en el proceso y hacer una consulta. Amigos, familiares, padres y parejas tienen que entender que quien padece este sufrimiento se siente solo y avergonzado. Abrir el diálogo, dar espacio a la palabra, es el primer paso para la contención y la cura